miércoles, marzo 07, 2012

¿Por qué mi hijo va mal?


Con una enorme diferencia, lo que más influye son las virtudes de los padres

Es bien conocido que en la formación humana de los hijos intervienen muchos factores, aunque en aras de una cierta simplificación, podemos distinguir los siguientes: la familia, el colegio, los amigos, la calle, la televisión, las lecturas, las actividades, el cine, internet, los videojuegos, las redes sociales y el móvil. Está claro que no interviene cada uno con la misma intensidad.

Con una enorme diferencia, lo que más influye son los padres (cerca de un 90% diría yo). Sin embargo, eso no impide que en una familia donde los padres lo hacen bien o muy bien, pueda salir una “oveja negra”: es uno de los riesgos de la libertad.

Sin lugar a dudas, las virtudes de los padres y la lucha seria por vivirlas, es lo que más influye en la educación de los hijos.

Cuando un hijo o una hija, ven en sus padres los iconos que vale la pena imitar, las “tonterías” de la sociedad que les rodea, de alguna manera, les rebotan.

El otro día, un padre de una familia en que los padres lo hacen de maravilla, me contaba lo siguiente. Que Cristina, su hija, le preguntaba porqué se sentía un poco alejada de sus amigos cuando después de cenar con ellos en la pizzeria y pasarlo muy bien, sobre las once, se iban al botellón a alguna discoteca, y ella se iba a casa porque no le apetece ir con ellos, porque no dicen más que tonterías y hacen guarradas.

Para que las tonterías de la sociedad “les reboten”, es necesario que los padres vivan con profundidad ese conjunto de virtudes y valores, y que los transmitan principalmente con su ejemplo, y también con la explicación de los hechos que ocurren en la sociedad –buenos y malos– haciendo referencia a las causas y sus consecuencias. De esta forma verán que vale la pena escarmentar en cabeza ajena y que no hace falta “tirarse del balcón para ver qué pasa”. Por ejemplo no hace falta emborracharse para saber qué es lo que ocurre. Y no hace falta provar la droga para saber qué pasa. Que no hace falta acostarse con otro para saber qué se siente, etc. Los padres ya les tendrán al día de todo lo que va surgiendo en la vida de sus hijos.

Quizá la primera virtud a vivir sea la humildad, y con ella la serenidad, que son signos de distinción. No perder nunca el control de uno mismo pase lo que pase. Ya lo he contado en otro artículo (http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=5521). si se da una orden, primero que sea con una simple seña; si uno no es obedecido, con una frase suave pero clara; y si no lo hace, con una frase clara y con cierta dosis de energía. Y si aún así no es obedecido, no se toca más el tema. Y se aplica más tarde –en el momento oportuno–, un castigo proporcionado, en algo que a él o a ella le gusta –y por tanto le sabe mal–, procurando que deduzcan –y si no, se les ayuda un poco–, el por qué del castigo.

Tener una madre y un padre que casi nunca pierden el control, cosa que no es siempre sencillo, es de incalculable valor. Digo “casi nunca” porque somos humanos y en algún momento podemos perder los estribos. A “sensu contrario”, un padre o una madre, que pierden el control ante pequeñas, o menos pequeñas, desobediencias o actuaciones de un hijo, hacen que los hijos les pierdan consideración y en no pocos casos que desprecien toda su escala de valores.

Las virtudes cardinales –de cardo, quicio– son la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se ha de procurar vivirlas todas, pues todas son importantes.

La prudencia tiene que llevarnos a no amenazar con cosas que luego no vamos a ser capaces de cumplir, algunas veces por falta de fortaleza; otras, porque la amenaza es una pequeña temeridad que no guarda proporción con la falta y que es fruto de una situación de enfado pasajero. Y este es otro factor importante de pérdida de autoridad. Papá o mamá dicen cosas que luego no cumplen. Se les va la fuerza por la boca –no viven la prudencia por falta de templaza.

Tengo la impresión de que se habla bastante de justicia, de prudencia y de fortaleza. Pero que la virtud de la templanza es como la cenicienta de las virtudes cardinales. Y que no se sabe a ciencia cierta cómo adquirirla. De forma general es el dominio de uno mismo, mientras que manera específica se entiende como un hábito positivo que enriquece a la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón (cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, III,13). Pues bien, se adquiere –en lo que aquí nos interesa–, a fuerza de no ceder a la inclinación de perder la paciencia ante cosas que nos llevarían a la expresión de la ira, de la queja y de cualquier falta del propio control.

Lógicamente también influye la moderación en la forma de expresar las ideas opinables. No se es templado, si uno se comporta de tal manera que impide que los demás se expresen con libertad.

Creo que la templanza es probablemente una de las virtudes que producen en los hijos una sensación de admiración por sus padres. Esta admiración hará que todo lo que venga de ellos reciba una alta consideración de su parte y sea una gran razón de autoridad moral.

Aticus Finch (Gregory Peck) en "Matar un ruiseñor" es el padre que todos desearíamos tener y el padre que todos querríamos ser.

Con una enorme diferencia, lo que más influye en los hijos son los padres, especialmente si viven la humildad y las virtudes cardinales y en particular la templanza entendida como autocontrol

viernes, octubre 29, 2010

Mi hijo obedece pero protesta

Como la mayoría de las cosas, se puede corregir dando donde duele un poco

Bueno, si le obedece, la verdad es que ya está bien, aunque depende de las veces que haya que decírselo. En mi opinión núnca más de tres veces: la primera, con una insinuación; la segunda, sencillamente diciéndolo; la tercera, dejando claro que hay que hacerlo. Si a la tercera no obedece creo que es bueno lo que escribí en “¿Por qué mi hijo no me obedece?” que está en mi blog:

http://educacionhijos.blogspot.com/2006/04/por-qu-mi-hijo-no-me-obedece.html

Y también está en mi página de facebook:

http://www.facebook.com/notes/educacion-de-los-hijos/por-que-mi-hijo-no-me-obedece/165564826793978

Pero efectivamente obedecer protestando hay que corregirlo y creo que se puede conseguir. Como siempre en educación, es importante mantener la calma y demostrar que uno se queda fresco como una rosa, pero que aplica los remedios de forma implacable y se sigue quedando como si no pasara nada. Sobre todo cuando se castiga –por ejemplo, a la cama sin cenar– no hay que demostrar, ni de lejos, que a uno –especialmente a una, mamà– le pueda doler más que al interesado. De todas maneras este es un ejemplo, que raramente serà proporcionado para una protesta. Hay que procurar que los medios que sean proporcionados a la falta.

A mi me parece que si obedece protestando, hay que comentarle que no tiene mucho mérito obedecer si acaba protestando. O que no se acaba de dar cuenta de que aquello que se manda es bueno para él o para los demás. Pero si se ve que es algo que se repite, no hay que esperar a que se convierta en un hábito. Si lo hace, no se le da algo que es normal darle en la primera ocasión que se presenta, por ejemplo el postre. Y así preguntará que ¿por qué yo no tengo postre? Y se le contesta por ejemplo: “Algo habrás hecho”. Si no lo descubre, es bueno usar el sistema de siempre: darle alguna pista. Si aún así tampoco, darle alguna más próxima al hecho. Y así aprende que no hace otra cosa que dar patadas contra el aguijón y que el que en definitiva acaba perdiendo es él o ella.

Si se sabe hacer con suavidad, sin perder la calma y con sentido de la proporción es prácticamente infalible.

De todas maneras es bueno hacerle ver, de vez en cuando, que una persona que protesta, y no digamos si es un gruñón o un cascarrabias, es una persona que se hace desagradable a los demás.

En la puerta de una escuela de artillería ponía “facta, non verba”,que es una expresión latina que se traduce por “hechos, no palabras”. A veces, al educar, pensamos que las palabras son lo más importante, cuando lo más importante son los hechos, especialmente el buen ejemplo de sus padres y educadores.

viernes, febrero 20, 2009

Cómo hacer de su hijo un delincuente

Es evidente que actuar al contrario de este decálogo, de forma general, es una buena manera de educar.
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Hace años, la policía de una ciudad norteamericana, superada por la conflictividad de sus jóvenes, y habiendo estudido la causas que coincidían en los distintos casos, elaboró este decálogo para convertir a su hijo en un delincuente por el camino más corto.


1. Dé a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo le pertenece.

2. Si habla con palabras groseras, ríale la gracia para animarle a ser más grosero.

3. No le dé ninguna educación espiritual. Ya la elegirá él cuando sea mayor de edad.

4. No le reprenda nunca. Podría crearle complejos de culpa.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, juguetes, ropa…Ahórrele todo esfuerzo. Así creerá que todo el mundo tiene que estar a su servicio.

6. Que lea todo lo que caiga en sus manos. Cuide la limpieza de sus platos, vasos y cubiertos, pero deje que su corazón y su cabeza se llenen de basura. (aquí yo añado la TV, internet y videojuegos)

7. Riña y discuta con su mujer o con su marido en presencia de su hijo. Así no se sorprenderá ni le dolerá demasiado el día en que la familia se rompa.

8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que es necesario trabajar para ganarlo.

9. Satisfaga todos sus deseos, placeres y caprichos. La sobriedad le llevaría a una frustración perjudicial.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto con los amigos, vecinos o profesores. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo, que le han tomado manía y que le quieren mal.

Este decálogo viene en un libro muy interesante para la formación de los hijos y de los alumnos que se titula “Diez claves de la educación” de José Ramón Ayllón.

CarlesClavell

martes, diciembre 09, 2008

15 consejos de un adolescente a sus padres

Aparecieron en una buena revista –a mi juicio– que se llama “Hacer Familia”. El autor es anónimo. Me parece que nos pueden hacer reflexionar para mejorar la educación de los hijos. No estoy de acuerdo en el 5º y al final diré porqué.
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1. Trátame con la misma cordialidad con la que tratas a tus amigos. Que seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.

2. No me dés siempre órdenes. Si me pidieras las cosas en vez de ordenármelas, yo las haría antes y de buena gana.

3. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Mantén tu decisión.

4. No me des todo lo que te pida. A veces pido para saber hasta dónde puedes llegar.

5. Cumple las promesas, tanto si son buenas como si son malas. Si me prometes un permiso, dámelo. Si es un castigo, también.

6. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanas o hermanos. Si me ensalzas, el otro va a sufrir. Si me haces de menos, quien sufre soy yo.

7. No me corrijas en público. No es necesario que todo el mundo se entere.

8. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces.

9. Déjame valerme por mí. Si tú lo haces todo, nunca aprenderé.

10. No mientas delante de mí. Tampoco pidas que yo mienta por ti, para sacarte de un apuro.

11. Cuando haga algo malo, no me exijas que te explique por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.

12. Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá mi estima por ti, y yo aprenderé a admitir mis equivocaciones.

13. No me pidas que haga una cosa que tu no haces. Aprenderé y haré siempre lo que tu hagas, aunque no lo digas.

14. Cuando te cuento un problema no me digas “ahora no tengo tiempo para tus tonterías” o “eso no tiene importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme.

15. Quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario. Me agrada mucho.

El 5º dice que “… cumpla las promesas…si son malas”. Aquí simplemente hay que decir que no cumple cosas malas. Que no se dio cuenta al hacerla que era mala.
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Es muy importante escuchar a los hijos. Más todavía si nos cuentan sus problemas en su convivencia con nosotros. Seguramente cada uno tiene que darle vueltas a algunos de estos puntos. Muchos de ellos merecerían un artículo aparte.

El invitado más nefasto, la TV

Una de las maneras de fracasar en la educación de los hijos es dejar que TV haga añicos las virtudes y la escala de valores que les hemos enseñado

En la formación humana de los hijos intervienen muchos factores, aunque en aras de una cierta simplificación podemos distinguir los siguientes: la familia, el colegio, los amigos, la calle, la televisión, las lecturas, las actividades, internet, los videojuegos y el móvil. Está claro que no intervienen con la misma intensidad. Vamos a tratar la TV.

Nadie, en su sano juicio, dejaría entrar en casa ni una sola vez a un intruso que pudiera deformar a nuestros hijos y a nosotros mismos. Pues esto es lo que hacemos muchas veces al dejarles ver la TV y al verla nosotros.

Existe entre las distintas cadenas de TV una carrera desenfrenada por tener más audiencia al precio que sea, aprovechando muchas veces los instintos, la emotividad, la curiosidad y el morbo de los espectadores. Cuantos más líos, más indecentes y más escandalosos son los programas, mejor.

Esto se da especialmente en las series o telenovelas. En muchas de ellas se tratan relaciones extramatrimoniales, relaciones homosexuales, grandes broncas por infidelidades, etc. Un reciente estudio ha demostrado la clara relación entre los embarazos en chicas jóvenes con series en que aparecen escenas claramente sensuales o con sexo explícito.

En unos programas lo deformante se manifiesta de forma clara ya en el título, como en “Sin tetas no hay paraíso”. Está claro que induce a pensar que los temas van a ser para explotar determinados instintos.

En otros es la ligereza y superficialidad –falta de delicadeza y chabacanería–con que se tratan las personas, incluso los familiares, haciendo creer que eso es lo que se lleva –hace moderno– y que no pasa nada por romper con moldes de educación más o menos establecidos. Incluso en programas para niños, como el de un niño que se baja los pantalones para enseñar el trasero.

En algunos se establece un debate sobre un tema controvertido entre dos grupos extremistas para que se echen los trastos a la cabeza y salga un “reality-show” de chuparse los dedos. No importa saber la verdad sobre el tema o que sea constructivo –en ese caso se traería a entendidos en la questión–, sino más bien lo contrario.

Otros están hábilmente dirigidos a que queden mal personas o instituciones que merecen respeto. Con las técnicas periodísticas –forma de plantear las preguntas, insinuaciones no argumentadas, tipos de enfoque de la cámara– se crea en el espectador una opinión desfavorable. Ahora en concreto en ciertos medios y programas parece que el enemigo a batir es la Iglesia católica y las personas fieles a su doctrina.

También los hay que siembran dudas sobre maneras de pensar o inducen a sospechar con gran frivolidad de la importancia de los valores y las virtudes, o con indudable cinismo se mofan de ellas encarnándolas en personas desagradables y actitudes que las dejan en ridículo.

Es evidente que con la proporción de basura que hay actualmente en muchas televisiones no se puede ver cualquier programa indiscriminadamente. Si no tenemos cuidado, las ideas de nuestros hijos van a ir cambiando y nos daremos cuenta que no viven las virtudes y no tienen la escala de valores que nosotros desearíamos para ellos. Y no pensemos que a los mayores no nos afecta la TV, porque no es verdad. Por ósmosis nos va cambiando la manera de pensar sobre ciertos temas.

Hay que ir a lo seguro. Y para ello lo mejor es no encender la TV sin saber de antemano –consultando la programación– qué vamos a ver.

Es, sin dudarlo, una buena costumbre a adquirir en la familia que la TV esté en un mueble armario cerrado con llave. Que, a parte de los telediarios y los eventos deportivos o culturales, sólo se vea alguna película o programa sobre una hora y media el sábado, y lo mismo el domingo. Y que estos programas o películas sean bien seleccionados de la programación de las distintas cadenas.

Restringir mucho la TV lleva a los hijos y nosotros mismos a combatir la pereza física del sillón y la mental de buscar temas de mayor altura.

Además, hace que en los tiempos libres busquemos actividades y aficiones y que nos inclinemos hacia la lectura. Esta será motivo de otro de los desafíos de la educación.
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Una de las muchas maneras de fracasar en la educación de los hijos es dejar que TV haga añicos las virtudes y la escala de valores que vale la pena que vivan para que sean felices, y que intentamos enseñarles con nuestra palabra y nuestra propia vida.

viernes, noviembre 28, 2008

El desafío de la educación (IV): para volver a tener disciplina y autoridad en clase

Para conseguirlo hay que cuidar un conjunto de cosas pequeñas
que cada una por sí sola puede no ser demasiado importante,
pero juntas lo son y mucho

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Aspectos para mejorar el tono humano en clase

Por un lado hay una serie de puntos a tener en cuenta para mejorarlo y que básicamente hacen referencia a la educación y al respeto de las personas y las cosas.

1. Hacer que los alumnos traten de usted a los profesores. Que no les llamen “profe” y “seño” sino “profesor” o “Sr. Mengano” y “Señorita” o “Señorita Zutanita”. No hacer caso cuando no sea así.

2. Los alumnos tienen que dejar pasar a los profesores delante de la entrada a un lugar o clase.

3. Que no haya cosas en clase que hagan que sea un lugar sucio y abandonado, como papeles en el suelo, restos de comida, de pipas, envoltorios, toallitas para la nariz. Y hasta que no esté todo arreglado no empezar la clase.

4. Que los alumnos se sienten con normalidad: que no se apoyen en la pared, que no estén hundidos en el asiento, que no estén como echados sobre la mesa o apoyando la cabeza en ella. En definitiva que estén sentados rectos en el asiento que además es lo más sano para la columna.

5. Hacer borrar y comentar que es de mal gusto, poner el la pizarra palabras o expresiones como “mierda”, “puta”, “caca de vaca” o similares. Ellos esperan nuestra reacción que ha de ser la normal. Y castigar al que lo ha hecho si se sabe.

6. Hacer que se acostumbren a no interrumpir cuando está hablando el profesor o cualquier otra persona, y no atender al que interrumpe.

7. Avisar y si hace falta apuntar el nombre de alumnos que alteran el orden –correr, saltar, pegarse, jugar a fútbol– dentro del edificio, tanto en pasillos como en clase.

8. No permitir que digan –al menos en nuestra presencia–, palabrotas, expresiones soeces, obscenas o blasfemias. Conviene hacer copiar cien veces “No diré palabrotas”. Y si al día siguiente no traen las copias, ponerle doscientas. Y si tampoco las traen al otro día poner una sanción de mayor entidad.

9. Que los alumnos se traten con respeto tanto en las palabras como en el tono. No consentir los insultos. “Las personas, como los caballos, se dominan por la boca”.

10. Amonestar o castigar a los que se ríen cuando el profesor encarga algo a algún alumno. Primero porque es una falta de respeto al profesor, y por otra parte porque lo que pretenden es que el que recibe el encargo se pique.

11. No dejar que los alumnos estén sentados en el suelo –ni en las escaleras– dentro del edificio.

12. No permitir que un alumno “mande a paseo” a un profesor y mucho menos delante de los demás. Debe ser motivo de un severo castigo y constar como falta grave del alumno.

13. Procurar que nuestro trato con los alumnos sea delicado y deferente, pero sin querer hacerse el amigo ni el simpático, y que sea firme cuando es necesario. Saber pedir perdón cuando hemos podido molestar. Eso será una de las maneras que ellos tendrán de aprender a disculparse cuando hayan sido un poco bruscos.


Aspectos de tipo docente

1. Exigir –y corregir–, que la presentación sea normal en los exámenes y trabajos. Si conviene hacérselos repetir (si son exámenes hacer una fotocopia para que no puedan cambiar nada del contenido).

2. Corregir las faltas de ortografía de los exámenes y los trabajos con la mayor frecuencia posible, dejando que eso sea sólo asunto del profesor de las distintas lenguas.

3. Revisar de cuando en cuando los apuntes de los alumnos poniendo anotaciones cortas.

4. Pedir siempre que un alumno llegue tarde cuál ha sido el motivo y si procede apuntar ese retraso de forma que a la tercera vez sin motivo suficiente, se tomen las medidas oportunas.

5. Preguntar con frecuencia –a poder ser diariamente– a unos cuantos, tres o cuatro por ejemplo, lo que se explicó en días anteriores, poniendo nota. De esta forma ven la necesidad de estudiar i que se procura seguir su esfuerzo. Esto ayuda a dar seriedad y responsabilidad a su trabajo y a no dejar el estudio para el último momento antes del examen.

Me atrevo a decir que si en la concreción del Ideario del Centro o en el Reglamento de Régimen Interno no figuran gran parte de los puntos sobre el tono humano que se indican más arriba, puede resultar muy difícil –por no decir imposible– que la disciplina y la autoridad en un centro educativo funcionen bien.

Los asuntos se arreglan normalmente buscando la excelencia y evitando la zafiedad.

jueves, marzo 22, 2007

El desafío de la educación (III): la mediocridad de muchos colegios

El desafío de la educación (III): la mediocridad de muchos colegios

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Causas y factores que llevan a esta mediocridad

Durante estos más de diez años, en que la LOGSE o la Reforma de la educación y sus consecuencias han hecho estragos, una gran mayoría de colegios e institutos han ido cayendo en la mediocridad.

Por un lado, porque se ha desconfiado de la autoridad del profesor al hacer de cada sanción un proceso judicial que lleva más de un mes. Esto ha llevado al desencanto de muchos profesores, al descenso de su autoestima y a situaciones de estrés y de depresión. Ver “El desafío de la educación (II).

Por otro, porque se han unido, en una misma clase, alumnos que daban un nivel normal para el estudio, con alumnos que lo suyo no es estudiar (de un 25 a un 30%) y que antes de la Reforma iban a formación profesional. Esta nefasta mezcla fue defendida como buena, por ejemplo, por el máximo cargo de Educación de una autonomía diciendo que era “una perversidad separarlos”. Como no se consigue que los alumnos poco dotados sigan el ritmo se iguala a la baja y se dejan pasar asignaturas y cursos con unos niveles, en muchos casos, realmente desastrosos.

Otro factor importante, es que muchos centros no tienen un ideario claro de lo que pretenden enseñar a nivel de educación-urbanidad y formación humana. Y por tanto los profesores no tienen un llamémosle “código de conducta” al que el conjunto de los profesores pueden hacer referencia para tender a él, y ceñirse para dar un buen control de calidad al formar a los chicos y por tanto ofrecer un buen servicio a los padres.

Esto es especialmente llamativo en los centros de la administración. Debido a que el funcionamiento de los centros de la administración se decide en gran medida en los claustros de profesores de una forma democrática, en lugar de ser la directiva la que marca la línea a seguir, resulta prácticamente imposible ponerse de acuerdo entre los profesores, en unos mínimos, respecto a temas de ideario. Y entonces los mínimos son ya las transgresiones de la disciplina. En estos centros se cae fácilmente en la mediocridad a nivel de formación humana de los estudiantes. Y, por tanto, es muy difícil que no se caiga también en la mediocridad, o en niveles todavía más bajos, en lo referente a la instrucción.

En cambio en otros centros, principalmente en los privados y en los concertados, suele haber un ideario y unos objetivos muy claros a conseguir a tres niveles: 1. de educación-urbanidad; 2. de formación humana; 3. (no siempre) de formación espiritual. O sea que, en la mayor parte de ellos, lo que se busca es la excelencia en esos tres niveles para cada alumno, dentro de las capacidades de cada alumno.

Otro factor importante, es la falta de real y total libre elección de centro por parte de los padres para sus hijos. En el estado de Utha de EEUU se ha aprobado el cheque escolar, con lo que los padres pueden elegir el centro que quieran, privado o de la administración, sin ningún tipo de limitación. El único límite es que quede plaza en la escuela que se pide.

Es evidente, que en una situación como la de Utha, los padres hablan entre ellos de las prestaciones que les dan los colegios a los que asisten sus hijos, y por tanto pueden comparar y elegir lo que más les conviene para ellos. Esto establece, lógicamente, la competencia entre los distintos centros, que indudablemente es un factor saludable en el que se tiene que basar la mejora de la enseñanza. Está claro que cada centro deberá tener una mayor autonomía de la que gozan actualmente los centros en España.

Pero en España existe la zonación, que ha llevado a quitar esa libertad total de elección de los padres. En Inglaterra y en Francia se ha visto que la zonación lleva a que los centros de barrios buenos resulten buenos y los de barrios marginales sean malos. De tal manera que en Francia el candidato de centro-derecha ha propuesto que se quite “la carte scolaire”, que es la zonación, y que se tenga libertad para llevar a los hijos al centro que se desee.

Posibles remedios

A la vista de lo expuesto aparecen bastante claros estos remedios.

1. Devolver la confianza y autoridad a los profesores, quitando esos largos procesos paras sancionar. Ya lo abordé en “El desafío de la educación (II).”

2. Creación de itinerarios para los alumnos con distintas tendencias vocacionales, teniendo en cuenta sus capacidades y habilidades.

3. Que cada centro tenga un ideario y unos objetivos muy claros a conseguir a tres niveles: 1. de educación-urbanidad; 2. de formación humana; 3. (cuando se requiera) de formación espiritual. Buscando con ellos la excelencia. Si no es así estamos abocados al fracaso.

4. Dar a los padres libertad total de elección de centro quitando la zonación, dando el 100% del coste por alumno a los centros concertados. Y mejor aún, dar el cheque escolar como en el estado de Utha. Establecer compartimientos estancos –como la zonación– elimina la competencia entre centros.

5. En los centros de la administración, si se quiere competir con los privados y concertados, hay que quitar el poder del claustro para decidir sobre temas de ideario y que sea la directiva la que realmente pueda establecer unas líneas claras a seguir por todo el claustro.


6. Dar mayor autonomía a los centros.
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martes, enero 23, 2007

El desafío de la educación (II): La crisis de autoridad en el colegio por no haber confiado en el profesorado


El desafío de la educación (II): La crisis de autoridad en el colegio por no haber confiado en el profesorado

La LOGSE, tres grandes errores en cuanto a disciplina y posibles remedios

Antes de la LOGSE ya algunos profesores habían rebajado la exigencia en el respeto que los alumnos deben tenerles. Lógicamente unos profesores la habían rebajado más que otros. Algunos se hacían llamar por el nombre en lugar de señor o señorita y el apellido, y se dejaban de tratar de tu, o hacían caso a los alumnos cuando les decían, a veces de lejos y gritando, “oye profe” o “oye seño”. O les pasaban por alto ciertas faltas de respeto. Y como dicen los ingleses “si no cuidas los peniques, tendrás que cuidar las libras”. Es decir que si no cuidas los detalles tendrás que cuidar las cosas gordas.

Antes de la Reforma que trajo la LOGSE cuando había una falta de disciplina de pequeña entidad había sistemas distintos para resolverla como por ejemplo echar de clase al alumno por unos minutos, copiar una lección, una nota a los padres por parte del profesor, etc. Y en general no había más problema.

Cuando la falta de disciplina era de mayor entidad se iba al tutor o al jefe de estudios. A veces se consultaba al director. Se determinaba la sanción que era tomada el mismo día o al día siguiente, que no pocas veces consistía en una expulsión por uno, dos o tres días del centro. Se solía hacer que los padres fueran al centro y se les explicaba el motivo de la sanción. El jefe de estudios llevaba el control de las expulsiones y cuando un alumno reincidía se podía expulsar al alumno más tiempo, si era necesario. Si el asunto era muy grave o el número de reincidencias era alto, se procedía a incoar un expediente que podía tener diversas consecuencias.

Los tres grandes errores de la LOGSE en cuanto a disciplina

Con la llegada de la LOGSE se produce el desmoronamiento de la autoridad del profesor. De toda o casi toda falta de disciplina se hace un castillo. Lo que en general antes era una cosa sencilla, se transforma en un expediente prácticamente judicial. Se hace un “parte” de la falta de disciplina. Mientras, el alumno sigue asistiendo a clase como si no pasara nada. Se nombra un “instructor” de esa falta de disciplina. Éste tiene que iniciar un proceso en el que tiene que escuchar al profesor afectado, a los padres o tutor y al alumno en presencia de su padre o tutor. En los últimos dos casos citándolos por escrito y respetando unos plazos mínimos. El instructor propone al Consejo Escolar la sanción con una exposición de motivos y es ése órgano el que tiene la última palabra. Todo esto en la práctica suponía en el mejor de los casos un mes.

Total que el interesado, si era sancionado, lo era al cabo de más de un mes. El alumno apenas relaciona la causa –la falta de disciplina– con el castigo. Durante todo este tiempo el profesor interesado y el alumno han seguido teniendo las clases y quedando impune lo que el alumno había realizado. Además el resto de los alumnos ven que efectivamente allí no pasa nada, y cuando pasa ya casi ni se acuerdan y mientras el profesor, y quizá toda la clase, aguantando mecha.

Es decir que se va difundiendo la idea –porque así es, de hecho–, de que no se confía en el profesor y se establece una especie de juicio, en el que el juez es el instructor (primer gran error). Así llegan los alumnos a la conclusión de que pueden hacer lo que les da la gana sin que de hecho pase nada. Y cuando pasa es al cabo de mucho tiempo –y más para los alumnos de estas edades–, con lo que apenas tiene efecto.

La inmediatez, o la proximidad del castigo respecto de la falta, es muy importante en los estudiantes a estas edades. Prescindir de este aspecto –la contigüidad del castigo con la falta– es quizá el mayor error de la LOGSE en lo que se refiere a la disciplina, que quita la autoridad del profesor (segundo gran error). Y llevará a que la clase llegue a ser un campo de batalla en el que en muchos casos hay profesores que dicen que de los cincuenta minutos de clase, a veces pueden aprovechar veinte para explicar y aún así con dificultades.

Otro hecho muy importante es que con la LOGSE el alumno no pierde el derecho a asistir a clase haga lo que haga (tercer gran error). El alumno tiene que cumplir unos mínimos –porque es sujeto de derechos y de deberes. Cuando el alumno piensa –como ocurre ahora en muchos centros– que él sólo tiene derechos y no tiene ningún deber, entonces el profesorado está perdido. Algún alumno llega a decir al profesor “¡Pobre de ti que me insultes, que te denuncio!”

Posibles remedios

En primer lugar: devolver la confianza a los profesores en todos los ámbitos de la disciplina, haciendo que los castigos sean el mismo día o al día siguiente hablando sencillamente con el jefe de estudios, y por tanto eliminando ese proceso judicial salvo en casos extremadamente graves en cuanto al hecho del alumno y de la fundada falta de confianza en el profesor a juicio de la Junta Directiva.

En segundo lugar: no dar nunca la impresión de que los alumnos no tienen más que derechos. El alumno en primer lugar tiene deberes que son los de asistir a clase con lo necesario para trabajar y estudiar. Y hacerlo de forma que rinda, aprenda y saque las mejores notas posibles para él. Por poner un ejemplo, si un alumno no lleva bolígrafo, ni libreta, ni los apuntes de los últimos días para estudiar, y cuado se explica no toma apuntes, ese alumno pierde el derecho a estar en clase por no cumplir estos requisitos. Y lo normal será echarle de clase.

En tercer lugar: cuidar todos los detalles de educación. Hacer que los alumnos traten al profesor de usted y le llamen diciendo señor con el apellido, o señorita o señora según el caso, evitar determinadas confianzas, y reñir toda falta de respeto. Hacer recoger los papeles del suelo, etc.

En cuarto lugar: no rehuir los castigos físicos como dar vueltas al patio, copiar lecciones, hacer una redacción sobre la forma que tiene que comportarse un alumno en clase, en la calle con la gente, etc. Echar de clase por unos minutos hasta que se calme.

En educación la confianza en el que educa es clave y la autoridad y el orden es imprescindible para que los alumnos puedan seguir las explicaciones del profesor
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lunes, enero 22, 2007

El desafío de la educación (I): la LOGSE o no aceptar la verdad

El desafío de la educación (I): la LOGSE o no aceptar la verdad

No se aceptó que existen tendencias vocacionales: de ahí nacen varias causas del desastre actual en la educación.

Hace unos quince años se puso en práctica la LOGSE. Tomaba como uno de los grandes puntos de partida los principios de la “comprehensive school”. Según esos principios los alumnos tenían que cursar el mismo currículum hasta los dieciséis años, en que podían entrar en el mercado laboral.

De esta forma no se ponía en evidencia que había unos estudiantes más listos que otros –lo que parece una especie de tabú para ciertos sicólogos y pedagogos de ciertas tendencias–, y no se producía un agravio a los que eran menos inteligentes. Hasta tal punto esto se consideraba así que al ponerse en marcha la LOGSE, la por entonces consellera d’Educació de Cataluña, dijo que separar a los estudiantes a los catorce años era una “perversidad” (sic). Al parecer ya no lo era hacerlo dos años más tarde, a los dieciséis.

Antes de la implantación de la LOGSE, los alumnos que se veía claramente, en 7º y 8º de EGB de aquel entonces, que iban mal en los estudios pasaban a hacer formación profesional. Desgraciadamente la formación profesional, aunque algo más práctica, seguía siendo demasiado teórica, y su índice de fracaso era más alto de lo esperado.

Con la implantación de la LOGSE todos esos alumnos que hacían 7º y 8º de EGB pasaron a hacer 1º y 2º de ESO. Y es ahora en estos cursos –1º y 2º de ESO–, en los que se aprecia, que para ciertos alumnos, lo suyo no es el estudio. Incluso ellos mismos se dan cuenta de que no les interesa, y que preferirían algo más práctico y concreto –menos abstracto–. Quizá se puede decir que los alumnos en esta situación son del orden del 25 ó 30% del total.

Una de las grandes causas del fracaso de la ESO –hay más y las veremos en otros artículos–, está en que esos chicos, que antes pasaban a formación profesional, siguen ahora con los demás alumnos en 3º y 4º de ESO. Y entonces, no sólo no tienen interés, sino que algunos de ellos presentan rechazo al estudio y boicotean consciente o inconscientemente la actividad de la clase de muy distintas maneras –preguntas improcedentes, comentarios que interrumpen la explicación, bolas de papel que tiran a compañeros, y un largo etc. Esto da lugar principalmente a que:

1. O no se pueda explicar, o muy poco;

2. que los alumnos que tienen interés vean que aquello es un guirigay y que no vale la pena la clase;

3. los alumnos no tengan ningún interés en estudiar la asignatura o en hacer los ejercicios o las dos cosas, con lo que los resultados de los exámenes son extraordinariamente bajos;

4. produce un elevado nivel de frustración en el profesor que ve que lo que está haciendo no sirve para nada o para muy poco.


El resultado –en los profesores–, de la constante lucha por mantener un mínimo de disciplina en clase, de ese elevado nivel de frustración, y del cansancio psíquico que produce esta situación, es un alto porcentaje de profesores en estado de estrés, que en no pocos casos conduce a la depresión.


El error fundamental de la LOGSE

Es haber seguido el principio de la “comprehensive school” –que ya un ex-ministro de Educación de Inglaterra dijo que había sido un error. Porque con este principìo y por tanto con la LOGSE, "no se acepta la verdad” de que existen unas tendencias vocacionales de las personas –estudiantes o no–, que están relacionadas con las capacidades –intelectuales o no–, de las personas.


Querer disimular las diferencias de capacidad y vocacionales para que los estudiantes no se frustren –como aducen “pedagogos y psicólogos modernos” que se autocalifican como “progresistas”–, ha creado los males que ahora tenemos y que vamos a tardar bastantes años en erradicar.

Y vamos a tardar muchos más años si los políticos siguen usando la educación como moneda de cambio o continúan considerando este proceder –que es erróneo en su misma raíz porque somos distintos–, como lo “políticamente correcto”.


Posibles remedios

Hacer varios curricula teniendo en cuenta las diferencias de capacidad y vocacionales. Y eso sin ningún miedo que se pueda pensar –porque lo pensarán igual–, que uno es para los listos y otros más adecuados a personas menos inteligentes. Y esto no es discriminación en el sentido peyorativo del término, sino adecuación de los medios a la capacidad y vocación de las personas.

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viernes, abril 14, 2006

¿Porqué les falta autoridad a ciertos padres?



¿Porqué les falta autoridad a ciertos padres?


La falta de autoridad de algunos padres, viene, por un lado, del poco afecto que demuestran a sus hijos –en tiempo y atención–, y por otro, de que, o bien les riñen continuamente, o bien, les dejan pasar todo.

Todavía estoy impresionado por el asesinato de Rosario en un cajero automático de Barcelona. Sobre todo, me impacta el hecho de que el móvil sea "por diversión". Pienso que a todos nos ha hecho pensar.

No sé si parecerá un poco exagerado, pero lo relaciono de alguna manera con otros hechos que capto casi diariamente. Por ejemplo, junto a mi casa hay un parvulario. Me gusta. Los niños le dan alegría al barrio, con sus gritos y sus juegos. Aunque a veces les oigo decir cosas inauditas a sus madres o sus padres cuando les vienen a recoger. Tanto por lo que dicen, como por el tono en que lo dicen. Recientemente vi un hombre joven y fuerte que le decía al niño: "Fernando, venga, vamos, por favor", con tono de infinita paciencia. Y el niño le contestó: "¡Tú a mí me dejas¡ ¡Feo! ¡Tonto!". Pero sin que hubiera habido un enfado por medio, sino como cosa ordinaria. Y como éstas, otras cosas por el estilo. El conserje de mi casa dice que está cansado de oír este tipo de cosas y que no entiende cómo unos padres de clase media, pueden educar tan mal. Añade, que él, aunque tiene pocos estudios, se da perfecta cuenta, y que no permitiría ese tipo de respuestas, y ese tono, a sus hijos.

Otro día –quizá ya alguno de los lectores lo conozca, pues lo conté en este diario–, me explicaron que al entrar en la panadería, un niño le dijo a su madre "¡Qué puta eres!", porque no le compró una pasta.

Es sorprendente cómo unos niños que no llegan a los seis años de edad han aprendido a hablar de esa manera a sus padres. ¿No será esto un primer paso que puede conducir más adelante, a algunos de estos chicos, a la drogadicción o a la delincuencia?

Son bastantes los padres que dicen no tener tiempo para estar con los hijos, y les dedican poca atención. Les "falta tiempo" para: Escucharles, comprenderles, tener interés por sus cosas, exigirles y darles criterios claros en temas importantes. Todos esos hechos son manifestaciones importantes de cariño, que si faltan, las relaciones con los hijos se enrarecen. Y entonces, muchos padres, ante las cosas que sus hijos hacen mal, pueden ser que adopten dos posturas negativas.

Unos quieren hacer valer su autoridad a toda costa, con lo que se crea un mal ambiente entre el hijo y el padre o la madre, que termina con que el hijo –que no se siente querido, pero sí exigido, a veces de forma desabrida– acaba por pasar de ellos. El menú del desprecio a la autoridad, por parte de ese hijo, está servido. Esa actitud se transmitirá en parte a sus amigos, y a sus relaciones con los profesores. Y por tanto a la sociedad.

Otros son permisivos. Suelen ser padres que no tienen claro qué virtudes deben vivir ellos mismos, y no saben cuales deben procurar que vivan sus hijos. Eso les lleva a ser blandos y a no ser capaces de corregir con la debida exigencia a sus hijos. Al final –ante la blandura de los padres–, hacen lo que les da la gana. Y además, los padres tienen que ir detrás de ellos, arreglando lo que van dejando mal hecho o sin hacer. Suele terminar –esa forma de actuar–, con un desprecio de los hijos a los padres. En algunos casos, verdaderamente patológicos, que a mi me parecen "monstruos humanos", llegan a lanzar amenazas a sus padres de que van a armar un escándalo o van a hacer una barbaridad, si no le dejan hacer algo, o si una cosa no está hecha o arreglada, en un plazo determinado. Han convertido a sus hijos en tiranos. ¿No serán estos hijos los más proclives a convertirse en delincuentes?

Aunque sea una frase muy sabida: la familia es la célula de la sociedad. Y es el principal ambiente donde se decide cómo va a ser cada nuevo miembro de esa sociedad. Hay que hacer una verdadera campaña –a nivel de escuela, de pediatras –, quizás dando charlas y conferencias, para que los padres dediquen la atención y el tiempo necesarios a sus hijos. Recomiendo vivamente la lectura del libro de José Ramón Ayllón, "Diez claves de la educación".


Nos va en el empeño de la buena educación de los hijos, que la sociedad sea un ambiente agradable, en el que valga la pena vivir, porque se quiere a las personas y se busca que vivan las virtudes y los valores en su grado más alto.

¿Por qué mi hijo no me obedece?




¿Por qué mi hijo no me obedece?

...Razonarle todo a los niños puede no ser adecuado a largo plazo

Probablemente lo más natural en un niño pequeño, sea dejar las cosas como le han quedado cuando ha terminado de jugar. Entonces es bueno que los padres les acostumbren a hacer que dejen las cosas en su sitio. En bastantes casos se consigue que lo hagan, y suele representar poco esfuerzo para los padres si se hace desde que son pequeños.

Sin embargo puede haber determinados casos o épocas, en que el hijo no quiere hacerlo. Entonces es cuando, el padre o la madre, deben usar sus mejores habilidades para conseguir que obedezcan y además de que el niño va aprendiendo a obedecer y a practicar el orden, se refuerza la autoridad de sus padres.

Algunos padres, sin embargo, antes situaciones de cierta rebeldía reaccionan perdiendo parte del control, con lo que pierden parte de su autoridad ante su hijo. Veamos un poco como sucede el hecho.

Se le dice primero de forma normal que ordene las cosas. El hijo manifiesta que no quiere hacerlo o sencillamente no lo hace. Entonces algunos padres insisten repetidas veces y mostrando cada vez mayor impaciencia o explicándoselo y pidiéndolo por favor. A veces, este sistema da resultado. Pero en la mayor parte de los casos no lo da. En general, yo diría que este no es el mejor sistema.

Me parece que esta forma de actuar, no sólo hace perder autoridad a los padres delante de los hijos, sino que produce un desgaste en los padres que puede dar lugar al hastío. Y me parece que con razón. En el fondo actuando así, los padres se sitúan al mismo nivel de los hijos; y los hijos se acostumbran a que sus padres se sitúen a su mismo nivel.

Y eso es un grave error, que si perdura, hará que el niño se crea con el derecho de que sus padres se lo razonen todo, y si no está convencido de lo que se le dice que haga, o no está de acuerdo, pasará de sus padres o incluso los mandará a la porra.

Creo que el sistema correcto es muy otro. Al niño se le indica primero si puede ser con un gesto lo que tiene que hacer. Si no responde, no porque no lo hay entendido, sino porque no quiere, se le dice con pocas palabras. Y si no lo hace, se le dice de forma clara y explícita, de forma que no haya lugar a dudas.

Si no obedece lo mejor es no insistir. El mal ya lo ha hecho, y nosotros no tenemos que desgañitarnos, ni interna ni externamente, para convencerle de que obedezca. Ya llegará el momento de aplicar, sin más, el correctivo. Y éste consiste, generalmente, en que la primera vez que quiera algo, se le dice sencillamente, si es pequeño, que hasta que no haga lo que se le dijo en su momento, que no tendrá eso que pide.
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Si ya es un poco mayor, o lo consideramos suficientemente listo, quizá baste con decirle que no va a tener lo que pide y que piense qué es lo que ha hecho mal, o no ha hecho, para que no se le de lo que pide. De esta manera, el niño se queda pensativo, y tiene que tomar parte activa en deducir qué es lo que ha pasado, que tiene malas consecuencias para él. En la mayor parte de los casos, si nuestra apreciación ha sido correcta sobre la capacidad de deducir del niño, él será capaz de saber cuál ha sido la causa de que no se le dé lo que ahora pide.
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Si es así, hemos conseguido la primera de una serie de victorias que van a hacer que crezca en el niño, el valor de las consecuencias de sus actos, es decir, la responsabilidad. Que no hay acto que no tenga consecuencias. Así el hijo nunca tendrá la tentación de pensar “si hago algo mal, no pasa nada; porque mis padres me solucionarán las papeletas que yo deje sin resolver”. Sino todo lo contrario, sacará la conclusión que “los marrones que yo hago me los trago yo y nadie más que yo”. Esta es una de las mejores lecciones que podemos legar a los hijos. Es un verdadero “doblón de oro” que les estamos regalando.Me preocupa que, en ocasiones, a algunos padres no les hace ilusión tener más hijos porque “no pueden” con los que tienen y pienso que no les han sabido educar en este terreno: saber actuar de forma que ellos mantengan la autoridad sobre los hijos, y los hijos hayan aprendido, con hechos, lo que es la responsabilidad, y también, a obedecer a sus padres.

La virtud de la responsabilidad está en el núcleo de la formación de toda persona humana y por tanto en la correcta formación de los hijos
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