viernes, abril 14, 2006

¿Porqué les falta autoridad a ciertos padres?



¿Porqué les falta autoridad a ciertos padres?


La falta de autoridad de algunos padres, viene, por un lado, del poco afecto que demuestran a sus hijos –en tiempo y atención–, y por otro, de que, o bien les riñen continuamente, o bien, les dejan pasar todo.

Todavía estoy impresionado por el asesinato de Rosario en un cajero automático de Barcelona. Sobre todo, me impacta el hecho de que el móvil sea "por diversión". Pienso que a todos nos ha hecho pensar.

No sé si parecerá un poco exagerado, pero lo relaciono de alguna manera con otros hechos que capto casi diariamente. Por ejemplo, junto a mi casa hay un parvulario. Me gusta. Los niños le dan alegría al barrio, con sus gritos y sus juegos. Aunque a veces les oigo decir cosas inauditas a sus madres o sus padres cuando les vienen a recoger. Tanto por lo que dicen, como por el tono en que lo dicen. Recientemente vi un hombre joven y fuerte que le decía al niño: "Fernando, venga, vamos, por favor", con tono de infinita paciencia. Y el niño le contestó: "¡Tú a mí me dejas¡ ¡Feo! ¡Tonto!". Pero sin que hubiera habido un enfado por medio, sino como cosa ordinaria. Y como éstas, otras cosas por el estilo. El conserje de mi casa dice que está cansado de oír este tipo de cosas y que no entiende cómo unos padres de clase media, pueden educar tan mal. Añade, que él, aunque tiene pocos estudios, se da perfecta cuenta, y que no permitiría ese tipo de respuestas, y ese tono, a sus hijos.

Otro día –quizá ya alguno de los lectores lo conozca, pues lo conté en este diario–, me explicaron que al entrar en la panadería, un niño le dijo a su madre "¡Qué puta eres!", porque no le compró una pasta.

Es sorprendente cómo unos niños que no llegan a los seis años de edad han aprendido a hablar de esa manera a sus padres. ¿No será esto un primer paso que puede conducir más adelante, a algunos de estos chicos, a la drogadicción o a la delincuencia?

Son bastantes los padres que dicen no tener tiempo para estar con los hijos, y les dedican poca atención. Les "falta tiempo" para: Escucharles, comprenderles, tener interés por sus cosas, exigirles y darles criterios claros en temas importantes. Todos esos hechos son manifestaciones importantes de cariño, que si faltan, las relaciones con los hijos se enrarecen. Y entonces, muchos padres, ante las cosas que sus hijos hacen mal, pueden ser que adopten dos posturas negativas.

Unos quieren hacer valer su autoridad a toda costa, con lo que se crea un mal ambiente entre el hijo y el padre o la madre, que termina con que el hijo –que no se siente querido, pero sí exigido, a veces de forma desabrida– acaba por pasar de ellos. El menú del desprecio a la autoridad, por parte de ese hijo, está servido. Esa actitud se transmitirá en parte a sus amigos, y a sus relaciones con los profesores. Y por tanto a la sociedad.

Otros son permisivos. Suelen ser padres que no tienen claro qué virtudes deben vivir ellos mismos, y no saben cuales deben procurar que vivan sus hijos. Eso les lleva a ser blandos y a no ser capaces de corregir con la debida exigencia a sus hijos. Al final –ante la blandura de los padres–, hacen lo que les da la gana. Y además, los padres tienen que ir detrás de ellos, arreglando lo que van dejando mal hecho o sin hacer. Suele terminar –esa forma de actuar–, con un desprecio de los hijos a los padres. En algunos casos, verdaderamente patológicos, que a mi me parecen "monstruos humanos", llegan a lanzar amenazas a sus padres de que van a armar un escándalo o van a hacer una barbaridad, si no le dejan hacer algo, o si una cosa no está hecha o arreglada, en un plazo determinado. Han convertido a sus hijos en tiranos. ¿No serán estos hijos los más proclives a convertirse en delincuentes?

Aunque sea una frase muy sabida: la familia es la célula de la sociedad. Y es el principal ambiente donde se decide cómo va a ser cada nuevo miembro de esa sociedad. Hay que hacer una verdadera campaña –a nivel de escuela, de pediatras –, quizás dando charlas y conferencias, para que los padres dediquen la atención y el tiempo necesarios a sus hijos. Recomiendo vivamente la lectura del libro de José Ramón Ayllón, "Diez claves de la educación".


Nos va en el empeño de la buena educación de los hijos, que la sociedad sea un ambiente agradable, en el que valga la pena vivir, porque se quiere a las personas y se busca que vivan las virtudes y los valores en su grado más alto.

¿Por qué mi hijo no me obedece?




¿Por qué mi hijo no me obedece?

...Razonarle todo a los niños puede no ser adecuado a largo plazo

Probablemente lo más natural en un niño pequeño, sea dejar las cosas como le han quedado cuando ha terminado de jugar. Entonces es bueno que los padres les acostumbren a hacer que dejen las cosas en su sitio. En bastantes casos se consigue que lo hagan, y suele representar poco esfuerzo para los padres si se hace desde que son pequeños.

Sin embargo puede haber determinados casos o épocas, en que el hijo no quiere hacerlo. Entonces es cuando, el padre o la madre, deben usar sus mejores habilidades para conseguir que obedezcan y además de que el niño va aprendiendo a obedecer y a practicar el orden, se refuerza la autoridad de sus padres.

Algunos padres, sin embargo, antes situaciones de cierta rebeldía reaccionan perdiendo parte del control, con lo que pierden parte de su autoridad ante su hijo. Veamos un poco como sucede el hecho.

Se le dice primero de forma normal que ordene las cosas. El hijo manifiesta que no quiere hacerlo o sencillamente no lo hace. Entonces algunos padres insisten repetidas veces y mostrando cada vez mayor impaciencia o explicándoselo y pidiéndolo por favor. A veces, este sistema da resultado. Pero en la mayor parte de los casos no lo da. En general, yo diría que este no es el mejor sistema.

Me parece que esta forma de actuar, no sólo hace perder autoridad a los padres delante de los hijos, sino que produce un desgaste en los padres que puede dar lugar al hastío. Y me parece que con razón. En el fondo actuando así, los padres se sitúan al mismo nivel de los hijos; y los hijos se acostumbran a que sus padres se sitúen a su mismo nivel.

Y eso es un grave error, que si perdura, hará que el niño se crea con el derecho de que sus padres se lo razonen todo, y si no está convencido de lo que se le dice que haga, o no está de acuerdo, pasará de sus padres o incluso los mandará a la porra.

Creo que el sistema correcto es muy otro. Al niño se le indica primero si puede ser con un gesto lo que tiene que hacer. Si no responde, no porque no lo hay entendido, sino porque no quiere, se le dice con pocas palabras. Y si no lo hace, se le dice de forma clara y explícita, de forma que no haya lugar a dudas.

Si no obedece lo mejor es no insistir. El mal ya lo ha hecho, y nosotros no tenemos que desgañitarnos, ni interna ni externamente, para convencerle de que obedezca. Ya llegará el momento de aplicar, sin más, el correctivo. Y éste consiste, generalmente, en que la primera vez que quiera algo, se le dice sencillamente, si es pequeño, que hasta que no haga lo que se le dijo en su momento, que no tendrá eso que pide.
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Si ya es un poco mayor, o lo consideramos suficientemente listo, quizá baste con decirle que no va a tener lo que pide y que piense qué es lo que ha hecho mal, o no ha hecho, para que no se le de lo que pide. De esta manera, el niño se queda pensativo, y tiene que tomar parte activa en deducir qué es lo que ha pasado, que tiene malas consecuencias para él. En la mayor parte de los casos, si nuestra apreciación ha sido correcta sobre la capacidad de deducir del niño, él será capaz de saber cuál ha sido la causa de que no se le dé lo que ahora pide.
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Si es así, hemos conseguido la primera de una serie de victorias que van a hacer que crezca en el niño, el valor de las consecuencias de sus actos, es decir, la responsabilidad. Que no hay acto que no tenga consecuencias. Así el hijo nunca tendrá la tentación de pensar “si hago algo mal, no pasa nada; porque mis padres me solucionarán las papeletas que yo deje sin resolver”. Sino todo lo contrario, sacará la conclusión que “los marrones que yo hago me los trago yo y nadie más que yo”. Esta es una de las mejores lecciones que podemos legar a los hijos. Es un verdadero “doblón de oro” que les estamos regalando.Me preocupa que, en ocasiones, a algunos padres no les hace ilusión tener más hijos porque “no pueden” con los que tienen y pienso que no les han sabido educar en este terreno: saber actuar de forma que ellos mantengan la autoridad sobre los hijos, y los hijos hayan aprendido, con hechos, lo que es la responsabilidad, y también, a obedecer a sus padres.

La virtud de la responsabilidad está en el núcleo de la formación de toda persona humana y por tanto en la correcta formación de los hijos
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